Nosotros

Salvaje es excelencia manifestada.
Es excelencia porque cada uno de nuestros procesos es realizado con la mayor calidad, atención y dedicación.
Siempre apuntamos a lo mejor. Es manifestada porque es palpable, real, corpórea. Por eso estamos presentes, en este momento y en todo lo que hacemos.
Salvaje es más que una marca de carne. Es espíritu en tierra, es lo sutil encarnado, es cuerpo y alma. Es la integración de mito, ritual y carne.
Salvaje es la energía argentina que siempre estuvo ahí y ahora se revela y manifiesta, desde aquí para el mundo.
Salvaje es el camino que recorremos y que se devela a cada paso. Es esa senda que surcaron nuestros ancestros y que abrimos desde hoy para nuestros hijos.
Salvaje es la antítesis de lo genérico. Es lo genuino.
Estamos aquí para caminar junto a los que quieren ir más allá de los límites de la mente y experimentar lo mejor.
Existimos para manifestar excelencia en todos nuestros actos.
Mito, ritual y carne
Salvaje es dar y recibir. Iniciar el fuego, contar historias, compartir la mesa y comer lo mejor. Como siempre lo fue.

Historia
Según antropólogos y algunos mitos el hombre comenzó a reunirse alrededor del fuego. Antes, como todos los animales carnívoros, comía separado del resto, cazando su presa y llevando la comida a un lugar aislado para comer sin ser molestado.
El fuego vino a cambiarlo todo. Los hombres cazaban, mientras las mujeres y los niños se quedaban al calor de las llamas. Algunos dicen que ahí comenzó la palabra, y las historias. El fuego también ayuda a digerir la comida. La carne cocinada necesita de mucho menos esfuerzo de masticación. La primera tecnología. Eso llevo a que se achicaran las mandíbulas y creciera el cerebro.
En esta región del mundo, Sudamérica, cuando llegaron los españoles encontraron sólo tribus nómades. No había nada enraizado a la tierra, ni árboles, ni personas. Y tampoco había mucho para comer. Por eso fracasó la 1era Fundación de Buenos Aires liderada por Pedro de Mendoza y narrada por Ulrico Schmidl.
Esa tierra, esta tierra, de pastos, de llanuras y aguadas no era amigable para los hombres, como si lo sería para el ganado bovino.
En la 2da Fundación Juan de Garay vino desde Asunción, algunos dicen que con un toro y siete vacas. Y lo que no era propicio para el hombre resultó la Tierra Prometida para el ganado bovino. Sin depredadores ni limites naturales, se desarrolló el ganado “Cimarrón”, o Salvaje, pronto ocupando toda las Pampas.
Ahí nació el permiso de Vaquerías, que daba el Cabildo, para todo valiente que se internara en el campo, ese otro mar (cómo dice Borges) en busca de cueros, grasa y sebo de los animales sin dueño, y con todos los elementos a su entera disposición.
Hace casi 500 años de eso.